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Semanario Brecha. Cultura, Destacados, Edición 1716, Vueltas de Montevideo. 

Guilherme de Alencar Pinto. Montevideo. 12 octubre, 2018

 

 

Muy activo como técnico de sonido, productor y guitarrista, Santiago Montoro mostró sus primeras composiciones a fines de los años noventa. Su primer disco, Vida breve, se editó en 2001 en España. Fue el único que salió por un sello: los demás son todos independientes, una postura que él abraza por convicción. Su independencia no es sólo empresarial sino también artística.

Su camino es único. Uno se ve tentado de encuadrarlo en alguna etiqueta, porque tiene cercanías con varias, pero ninguna cierra. Es rock, pero no en el sentido de agite, peso, volumen fuerte o un nicho específicamente juvenil. Cuando algo suena a rock (guitarra eléctrica, bajo, batería, canto extrovertido, predominio de rasgos de estilo anglófonos) pero no tiene ese peso, se dice que es “pop”. Cabe decir que Montoro hace pop, pero tampoco en el sentido de liviano, bailable, adolescente. A las personas que hacen un pop serio, refinado, adulto, se les dice cantautores, y objetivamente Montoro es uno (canta canciones de su propia autoría), pero su sonido es muchas veces fuerte y eléctrico y la música tiene una neta primacía sobre los textos. Entonces tampoco se lo puede definir simplemente así. Además, Montoro es un cantante suelto y expresivo, pero la guitarra llama mucho más la atención (es un excelente instrumentista, y un buen cantante). También tiene rasgos de estilo de jazz, pero, pese a la presencia de un aislado surco instrumental en su nuevo fonograma, lo suyo son las canciones. Además, los uruguayos que curten jazz eléctrico suelen asociarse al candombe, mientras que lo de Montoro contornea todo signo identitario, salvo el dialecto (usa la pronunciación y gramática de acá). Lo más regional de este disco nuevo alcanza nomás a países cercanos (“Duermevela” tiene un ritmo hemiólico argentino, y el rasgueo de “Pregunta” suena medio andino).

Además de tener la magia de resultar indefinible, Jardín, su disco nuevo,1 está lleno de ideas musicales y muy bien realizado. Gustavo Etchenique toca la batería, Nacho Mateu el bajo eléctrico, Antonino Restuccia el contrabajo, Santiago canta y toca las guitarras (acústicas y eléctricas) y la mayoría de los teclados. Los arreglos son muy cuidados y están llenos de detalles inesperados, combinaciones fuera de lo común, y todo suena, es decir, se distingue, tiene pegada y swing. No hay un solo encadenamiento armónico banal, o una construcción melódica pobre. Algunas melodías más “activas” (que llevan la música) se corresponden a las canciones con letra propia. Cuando musicaliza poemas de Eduardo Nogareda (la mitad de los surcos), su enfoque tira hacia una especie de melodía declamada, recurso poco común en la música popular pero muy usado en la música erudita. Algunas de las canciones son casi collages, es decir, están llenas de rupturas abruptas de ritmos o incluso de estilos o especies musicales. Y aun en varias de las músicas con un concepto más íntegro hay cambios de compás o saltos hacia armonías distantes. En la tímbrica, hay una preferencia por sonidos de teclado medio retro, y muchas veces la banda está intervenida por ruidos (el tema “Jardín” casi que transcurre en una ambientación sugerente de ruidos producidos, creo, con la guitarra eléctrica). Hay una gran amplitud de expresión, entre lo luminoso y lo melancólico. Los textos lidian con incertidumbres, misterios, amor.

Algunos momentos especialmente destacados, en mi opinión, son “Pregunta” (con su dinámico compás de 11 y una participación fantástica del violinista Sebastián Petruchelli), “Carta para un fantasma” (especialmente la intervención de un masivo coro de Santiagos Montoros superpuestos que aparece a modo de interludio), “Jardín”, que da nombre al disco, y la instrumental “Formana”.

Santiago se va a presentar en el ciclo Música Mvd de las Artes, en el Centro Salesiano (Batlle y Ordóñez y avenida Sayago) mañana sábado 13 a las 20 horas. Es una buena oportunidad para ver a ese músico tan creativo. El ciclo incluye otros números formidables (antes de él, a las 19 horas, toca Lucas Lessa, y luego cierra la velada Hugo Fattoruso).

  1. Producción del intérprete, 2017. Disponible para bajada o escucha en línea en las plataformas más comunes (Bandcamp, Spotify, etcétera) y en www.santiagomontoro.com

 

El pasado fin de semana estuvimos con el músico, compositor y productor Santiago Montoro. Jardín es su cuarto disco, editado en 2017, que fue escuchado completo a lo largo de la entrevista.

En la charla Montoro, nos contó cómo fue el proceso de este disco y de los anteriores. Además, hablamos de su etapa en España, de sus comienzos como solista, sus inicios en la música y de sus más de 50 trabajos como productor y técnico de sonido.

 

Ante tanta oferta musical en ese amplísimo (casi indefinido, o, mejor, indefinible con pocas palabras) mapa del pop es difícil encontrar, descubrir, proyectos que marquen al menos alguna diferencia, que resalten por alguna singularidad despegada del canon industrial. Algo que esté, efectivamente, jugado a lo musical: a decir algo con voz personal.
En esta página ya se ha escrito bastante al respecto. Pero vale insistir. Los dos casos que vienen a cuenta en este número van por ese camino. Por la diferencia. Conectan con esa maraña del gusto hegemónico, pero no por vano ejercicio de producción. Tanto Florencia Núñez como Santiago Montoro hacen gala de lenguajes cancionísticos muy personales. Sólidos en lo técnico, ambos proponen subrayar el valor de la canción como fluida convergencia de letra y música, con morfologías transparentes, interesantes soluciones en lo armónico y tímbrico. Sus discos, más allá de contrastes estilísticos, tienen un valor en común: se escuchan de un tirón; la escucha no encuentra escollos inútiles ni muecas “experimentales” también inútiles (ese complicado afán de sonar “raritos”; pura cáscara sin espesor estético).
pop1
Imán contigo. La cantante y compositora rochense Florencia Núñez ha construido unas sólidas señas de identidad estilística. Esto le ha valido un lugar importante en el mapa cancionístico local, una carrera en franco ascenso, con reconocimientos de la crítica y del público. El primer paso lo dio con algunos demos que circularon hace ya unos años por internet, que pronto llamaron la atención por tratarse de una voz singular en la interpretación y en la composición. Luego llegó, también por rutas virtuales, el EP Estas canciones no están en ningún disco (2011). Unos años después, redondeó un proyecto más ambicioso que se plasmó en el disco Mesopotamia (La Nena Discos, 2014), que rápidamente afirmó la atención de un público muy diverso, así como el Premio Graffiti 2015 al mejor álbum indie (en esa edición también estuvo nominada como en la categoría mejor artista nuevo).


Este año llegó su segundo trabajo, Palabra clásica, que presentó en octubre en La Trastienda. Este nuevo material, que fue editado en soporte físico y también se puede escuchar en la plataforma de Spotify, presenta a una artista ya con claros signos de madurez, jugada al pop cancionístico, que apostó a un interesante trabajo con los recursos del estudio de grabación mediante el cual capitalizó arreglos también interesantes, aunque enmarcados en “piques” cómodos, algo previsibles pero muy efectivos. Florencia pone toda la garra en el canto, la ejecución de la guitarra, componiendo un personaje vocal redondo, claro en su búsqueda expresiva, sin afectaciones ni otros excesos en plan “miren qué bien que canto”. Esto le permite llevar sus canciones a buen puerto, lucir la simplicidad y transparencia formal, conmover, y completar un proyecto, como se dijo, de claro cuño pop, íntimo y optimista, que no se pierde en marañas inútiles de efectos ni se marea con las influencias y/o referencias estilísticas (incluso cuando sus interpretaciones vocales la acercan bastante a Julieta Venegas). Palabra clásica es de esos discos que se escuchan y se disfrutan de un tirón, con especial énfasis en canciones como ‘Pactos’, ‘Tengo un imán contigo’, ‘Revistas’, ‘Bailo en la silla’, ‘Palabra clásica’ (con un conocido y siempre funcional juego con las esdrújulas).

Jardín. “La palabra jardín evoca un lugar mágico, sensorial, misterioso, exuberante, luminoso lleno de vida y color. Un bosque frondoso rebosante de felicidad a los ojos de un niño”, anota Santiago Montoro en su nueva y reciente edición discográfica, titulada, precisamente, Jardín.
santiago montoro

Guitarrista, compositor, cantante, productor, arreglador, cultor de múltiples oficios musicales, Montoro es de esos secretos bien guardados de la música popular uruguaya; un artista de refinado gusto, que se toma su tiempo para redondear proyectos sólidos en lo estético y en lo técnico, tanto en su faceta solista como en trabajos con otros artistas (Rossana Taddei y Gustavo Etchenique, por ejemplo). Su discografía personal posee cuatro títulos: Vida breve (2002) y Autovía del sur (2006), concebidos y publicados durante su larga estadía en España; le siguió Trampolín (2013), lanzado a su regreso a Uruguay, y ahora se suma Jardín.
Para esta nueva edición, parida en un proceso relativamente rápido e intenso a comienzos del año pasado, Montoro asumió la responsabilidad en todas las áreas de trabajo y reunió en su estudio a un virtuoso combo de músicos que volcó ideas y técnica a una muy interesante selección de canciones, cinco de ellas con letras de Eduardo Nogareda, y una composición instrumental.


El resultado es un muy buen álbum, en el que se aprecia su calidad como músico creativo y con la capacidad de lograr un compacto ensamble de instrumentistas. Las canciones abrevan de distintas fuentes estilísticas, sin convertirse en estructuras saturadas de referencias ni piques “al estilo de…”, con realizaciones rítmicas y armónicas interesantes que le dan otra vuelta de tuerca a esquemas jazzísticos, rockeros, folclóricos (sobre todo en el tratamiento de los materiales tonales y modales, sus construcciones y secuencias armónicas), y con una interpretación vocal que saca buen partido de su registro medio-agudo, a la articulación de los fraseos y al tratamientos del nudo de intenciones expresivas.

 

 

tomado de Revista Dossier :

http://revistadossier.com.uy/musica/florencia-nunez-santiago-montoro-mas-pop-local/

Reseña de la presentación de Jardín

por Patrica Sciavonne

https://atresillado.wordpress.com/2017/10/25/santiago-montoro-jardin-hugo-balzo/

También publicada en : http://cooltivarte.com/portal/santiago-montoro-presento-su-album-jardin-en-un-show-impecable/

 

octubre 25, 2017 a 1:17 am (Álvaro FenocchiCamila MontoroGustavo EtcheniqueJosé Luis YabarRafael HofstadterRossana TaddeiSantiago MontoroSebastián Cannavo
 

santiago-montoro-sala-hugo-balzo-24-oct-2017-foto-patricia-schiavone.jpg

 

Santiago Montoro presentó su álbum “Jardín” en un show impecable, con una calidad de sonido fantástica y con el volumen perfecto, lo que permitió apreciar el todo y cada parte de la mejor manera.

Sus canciones tienen una particularidad fascinante: son obras de arte musicales, con un entretejido sonoro muy, muy cuidado, muy pensado también, con características rítmicas si se quiere extrañas, a veces muy variables, y sin embargo uno se abstrae muy fácilmente de la “cocina” de la cosa y se descubre acompañando el show entero con la cabeza, el pie, o inclusive sintiendo la necesidad de bailar algunas de las canciones. Desde mi punto de vista esto habla de una cuota extra de arte musical.

Este álbum tiene cinco canciones que son musicalizaciones de poemas de Eduardo Nogareda. El resultado de esa combinación del arte de un poeta más el arte de un músico dio en este caso un producto que se siente natural y que fluye con comodidad y belleza. En esta presentación Nogareda participó leyendo algunos de sus otros poemas otorgándole al show un toque diferente, disfrutable y muy cómodo.

El concierto fue dinámico. Santiago iba presentando cada tema con una simpatía muy especial y entregando una cuota de energía y alegría que se sintió genial. Lo acompañaron varios músicos que iban alternando su participación:

Gustavo Etchenique en batería

Antonino Restuccia en bajo eléctrico y contrabajo

Álvaro Fenocchi en coros

José Luis Yabar en guitarra

Rafael Hofstadter en teclado

Sebastián Cannavo en violín

Camila Montoro en voz

Rossana Taddei en voz

Todos los músicos jugaron un rol súper importante y súper creativo en este show. No hubo nada que pudiera ser prescindible.

Cuando uno ve tocar a Antonino Restuccia, quizás porque aparenta una gran calma, parece que lo que toca es muy sencillo. Pero la música de hoy tenía todo menos sencillez y su contribución con el bajo fue espectacular, haciendo una yunta perfecta con la batería.

Los coros de Álvaro Fenocchi complementaron súper bien el canto de Santiago. Él también tocó un tema en bajo eléctrico y estuvo buenísimo.

La participación de José Luis Yabar en guitarra fue muy exquisita. Los sonidos de las guitarras de él y de Santiago se complementaban hermosamente y no hubo ni por un momento ninguna nota, de ninguno de los dos, que no fuera una necesidad musical. Además, verlos mientras tocaban, transmitía gran aplomo y confianza.

Rafael Hofstadter tocó órgano en un par de temas. Santiago contó que su participación en el álbum fue muy importante, pues se ocupó del master. Creo que su participación en estos temas les dio un carácter diferente, que completa la propuesta general del álbum.

Para mi gusto fue genial el ingrediente dado por Sebastián Cannavo en el violín. Los sonidos del violín de Sebastián y la guitarra de Santiago formaron una combinación muy, muy hermosa. Y entre otros, tocaron juntos un tema que a mí me gusta especialmente: “Sin paz”.

En varias canciones participó Camila Montoro, la hija de Santiago, en la voz. ¡Canta muy bonito! Y le puso un toque de ternura muy hermoso. Entre otras canciones, cantó en “Carta para un Fantasma”, que es un tema que a la primera escucha ya te atrapa por completo.

 

Otra invitada de lujo fue Rossana Taddei, quien cantó con Santiago el tema “Paraguas”, del cual es co-autora, que es parte del CD anterior de Santiago, llamado “Trampolín”. Fue espectacular la inyección de fuerza que le metió Rossana a ese tema y el solo de guitarra que “tocó” con la voz. Es una artista increíblemente talentosa, que brilla de una forma extraordinaria sobre un escenario.

Tener a Cheche en la batería son palabras mayores. Destila musicalidad a un nivel imposible de explicar con palabras. Me limito acá a comentar dos aspectos que me hicieron volar la cabeza. En primer lugar, cómo a través suyo fluyen las polirritmias transformándose en ríos cristalinos tan fácilmente abrazables para seres occidentales acostumbrados al 4/4. Lo otro que me hizo pellizcarme fue el arte que tuvo para en un tema en particular (puedo errarle pero me parece que su título es “Náufrago”) inyectarle una tensión rockera y aguerrida a la música, ¡tocando con escobillas y a un volumen bajo! La emocionalidad genial de esa canción estuvo dada principalmente por el carácter de la guitarra y la maestría de Cheche en trasladar una intención rockera a un sonido relativamente contradictorio con esa intención. Una genialidad más de las de este ser extraterrestre. Y por supuesto estuvo presente lo que ya hemos presenciado tantas otras veces: su sonido impecable, sus unísonos perfectos, su amor al Hi-hat, sacándole un sonido hermosísimo, sus combinaciones nuevas que suenan a patrones perfectos y su perfección en el tiempo, en los remates y en cada fill. Admiración total.

Hoy se notó mucho que el show estaba liderado por un productor musical. Cada sonido estaba en su lugar exacto, con el volumen exacto, con la cualidad exacta. Dicho así quizás pueda parecer acartonado, pero para nada. Santiago se divirtió, conversó, bailó… me atrevo a decir que se gozó todo, presentándole al público sus canciones bellas, interesantes, nada predecibles y muy, muy hermosas. Su voz tiene un brillo precioso; toca la guitarra con una impronta archi personal, archi interesante y archi movilizante; y se entrega con cuerpo y alma al acto de creación.

Mi recomendación a los lectores es que si saben que toca Montoro, vayan a escucharlo, porque se van a sorprender y los va a movilizar. Su álbum digital “Jardín” se encuentra a la venta en Bandcamp, en el siguiente enlace: https://santiagomontoro.bandcamp.com/album/jard-n

por Patrica Sciavonne

 

https://atresillado.wordpress.com/2017/10/25/santiago-montoro-jardin-hugo-balzo/

También publicada en : http://cooltivarte.com/portal/santiago-montoro-presento-su-album-jardin-en-un-show-impecable/

 

por Patrica Sciavonne

Jardín de folclore, rock y jazz: Entrevista a Santiago Montoro

octubre 17, 2017 a 1:47 pm (Santiago MontoroSantiago Montoro
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entrevista tomada de: https://atresillado.wordpress.com/2017/10/17/entrevista-a-santiago-montoro/

Santiago-Montoro-foto-Victoria-Gimenez

Foto: Victoria Giménez

 

Cuando la entrevistadora practica cada vez más libertad y está genuinamente interesada en conocer más del entrevistado y coincide que el entrevistado es un ser muy amable y generoso con su tiempo, se corre el riesgo, para mí hermoso, de que la entrevista se parezca mucho a una conversación y con una extensión considerable. Dudo qué acto será más piadoso con ustedes, lectores, si recortarles la conversación sensiblemente, como para que puedan terminar rapidísimo de leer esta nota y puedan saltar de inmediato a leer sobre los cangrejos clonados de Groenlandia o, en cambio, compartir cada momento de esta larga conversación. Concluyo que tomaré una posición salomónica: recortaré algo pero, también, tendré en cuenta la opinión que recibí del gran Hugo Fattoruso cuando durante una entrevista le comenté que sería mejor no extendernos mucho, para que la nota fuera leída. Palabras más o menos me dijo: “En una época, si los temas musicales duraban 3 minutos y 20 segundos, te los hacían cortar. Podían durar máximo 3 minutos. Pero en algún momento se empezaron a escuchar temas de 15 minutos. Todo depende del arte que le pongas”. Les pediré que sean ustedes quienes hoy hagan un acto artístico: permítanse leer esta charla sin apuro. Es entre los renglones que se perciben los ingredientes más sabrosos.

 

Ya no grabás CDs físicos pero hiciste un álbum digital de tus canciones al que llamaste “Jardín”. ¿Cuánto hace que estás trabajando en él?

Vengo preparándolo desde hace tiempo. Tenía reservada la sala hace un año. Cuando la reservé no había grabado el álbum todavía… lo grabé enero.

¡Qué raro!

No es tan raro, porque en una sala como la Hugo Balzo te dan fecha para muy adelante, entonces tenés que hacerlo con tiempo. Pero es algo que no voy a hacer más. No voy a reservar una sala para presentar un trabajo que todavía no hice. Porque es un estrés. Es algo que he hecho muchas veces, algo que me autoimpongo, porque me ayuda tener una fecha límite. En este trabajo estoy haciendo todo yo. Desde la composición, los arreglos, grabarlo, producirlo, mezclarlo. Por suerte ahora Rafa Hofstadter está haciendo el máster y está buenísimo, porque yo ya no podía más de la subjetividad del asunto.

Entonces ahora estoy metido en un evento que se programó hace un año más o menos. Todo esto es el resultado. Todavía estoy haciendo correcciones de las mezclas, o sea que el álbum no está terminado [Nota: Esta conversación sucedió hace una semana; hoy sí está terminado]. Pienso que en el futuro voy a hacer las cosas diferentes.

Antes de adentrarnos más en Jardín, permitime preguntarte: ¿Por qué te viniste de España? Siendo músico ¿no tenés mejores posibilidades en cualquier otro país que en este?

Bueno, depende de cómo se mire. Económicamente, por supuesto. Yo me fui en el 2001 y me volví en el 2010. Me fui con mi pareja del momento, tuve una hija allá, tuve un cierto arraigo. Yo ya tenía estudio acá pero rearmé un estudio allá, toqué con mucha gente, viví de la música esos 10 años, exclusivamente, y la realidad es que fue una decisión familiar la de volver, fue más que nada una cuestión afectiva y era un buen momento porque nuestra hija tenía siete años. Después no iba a querer venir, o sea que había que hacerlo en ese momento. Y bueno, vine. En realidad acá yo vivo de la música y creo que las cosas que hago me gustan más acá que allá. El problema es que la remuneración es mucho peor acá y vivo mucho peor acá que allá. Pero musicalmente me interesa mucho más lo que hago acá. Es otra cosa. Allá yo con mi proyecto tenía una banda y tocaba habitualmente. No te digo que tocara todos los días, pero tocaba acá y allá y no tenía que andar arreando gente a los conciertos porque eso sucedía naturalmente. No era una panacea pero iba funcionando. Esa realidad acá no tiene nada que ver. Pero bueno, yo qué sé, acá tengo la posibilidad de colaborar con gente que me interesa mucho lo que hace, aprender muchísimo de ellos. Acá en el estudio tengo la posibilidad de que todo el tiempo esté viniendo gente que me copa. Eso no tiene mucho precio, la verdad. Allá también tocaba con músicos muy buenos pero es diferente.

Te he visto colaborando muchas veces con Rossana y Cheche. Cuando entrás en escena, entra una polenta impresionante con vos y tu guitarra. ¿Hay una intención consciente de agregarle polenta a ese toque o es lo que surge de ti naturalmente?

Cuando toco me gusta en lo posible entregar todo lo que pueda entregar. O sea que lo vivo con intensidad, en general, y me gusta estar haciéndolo con gusto y copado. Por eso me gusta tocar con músicos que me interesen. Yo hago lo que me sale, obviamente.

Pero he escuchado otras cosas tuyas que son mucho más dulces y menos rockeras, por eso me intriga.

No soy un músico virtuoso pero sí creo que he aprendido con el tiempo a trabajar sobre una canción tratando de darle lo que yo pienso que precisa y no adaptar la canción a lo que yo quiero hacer o lo que yo sé hacer. De alguna manera siempre pongo esa cabeza.

Hoy estuve escuchando “Carta para un fantasma” y me sorprendió justamente eso: que la canción tiene lo que necesita y nada más.

Sí, es curiosa esa canción porque no tiene nada. Lo único que tiene es la guitarra y un coro de muchas voces.

Pero con esa guitarra generaste muchas cosas. Por ejemplo las últimas notas, que acompañan la última frase de la canción, me parecieron impecables. Llevan una intención cargada de significado.

Bueno, esa canción es especial. Es una canción de amor para alguien que ya no está. Frente a un hecho que en general produce un poco de miedo.

A ti te produjo un poco de miedo, ¿no?

Sí, sobre todo porque después me vine a vivir acá [risas]. Dije: “¿Para qué le habré hecho la canción a este?” [más risas]. Pero no se quiso manifestar. Pero no, hablando en serio, fue desde un punto de confianza, de apertura, de luminosidad. Entonces lo que intenté transmitir con el arreglo fue eso, un poco ese punto de vista diferente de un hecho que habitualmente a mí me produciría una reacción diferente, digamos. Lo del coro es la parte más cómo mística, espiritual, pero el pedido es directo, es personal y es con amor.

Cuando vos definís que querés dar determinada intención, ¿ya sabés que determinados acordes o armonías van a generar eso y entonces las usás o es algo que te surge? ¿Es más mental o más directo?

Hay muchos elementos para uno poder definir eso pero yo soy muy intuitivo. Al tocar, al componer, en todo. No racionalizo demasiado las cosas sino que más bien intento generar que las cosas fluyan de una manera. Con el tiempo de tocar me he dado cuenta de que si yo genero un cierto estado, en el momento en que toco o compongo, hay algo que baja, que no sé de dónde viene, pero fluye y es maravilloso. Entonces quiero cuidar y enfocar eso. A veces se puede, a veces no. A veces es más, a veces es menos. Eso es como controlar algo mágico que no sabés cómo va a salir. Pero desde que me di cuenta de que era así, tengo mucha más seguridad. A ver, me puedo tirar al vacío tocando en un lugar y sin miedo, porque tengo confianza en que va a estar eso. Es un poco raro.

No, no. ¡Está buenísimo! En “Carta para un fantasma” hay una frase que es: “Siempre arruino todo buscándole una explicación” y en “Te alimenta” hay otra que dice “Prefiero una emoción a un pensamiento”.

Ahí va. Eso describe un poco eso.

¿Es una búsqueda personal tuya concreta?

En el caso de “Carta para un Fantasma”, sí, porque es eso de darle a la cabeza tanto y al final no llegás a profundizar ni a entender nada de lo que pasa. En el caso de “Te alimenta” es más una cuestión que si bien es un poco eso, también es una presentación de intenciones respecto a lo que pienso que pasa hoy por hoy en general en la sociedad y en todo lo que me rodea. Pienso que esa confianza en la intuición y en entender lo que uno siente, en toda la parte emocional, y saber manejar eso uno mismo, puede ser mucho más valioso en general que la racionalización. Ojo, digo que prefiero pero no digo que no debería estar. Obviamente que el pensamiento es una cosa maravillosa también. Pero la emoción es algo que viene y que uno por lo general lo maneja o lo gestiona de una manera u otra. Y en eso se derivan diferentes actitudes o formas de ser. Por poner un ejemplo, si yo siento que hay que hacer una cosa que es absurda, no es rentable, por ejemplo esto de dedicarme a la música [risas], lo hago porque lo siento, no porque lo piense. Si lo pienso, capaz que no lo hago. O capaz que lo hago igual… pero posiblemente no.

La gestión de las emociones condiciona todo lo que pasa. La relación entre las personas, contigo mismo, entender lo que te pasa. Hasta se relacionan con enfermedades físicas.

Folclore, rock y jazz. ¿Cómo viven adentro tuyo esas tres corrientes musicales?

El folclore viene de mi infancia. Porque yo nací en el campo y empecé a tocar de niño. Mi primer profesor se llamaba Adolfo Santurio, que era el guitarrista de Los Carreteros. Creo que Ayuí publicó hace poco algo de ellos. Era una agrupación folclórica de San José. Yo vivía en Progreso. Él fue mi influencia folclórica. Él me tiró mucho para adelante. Tengo que agradecerle eso. Él ya falleció. Por ejemplo, él tenía un programa de radio en Las Piedras, y no me llevaba a la radio pero me grababa tocando y cantando y me pasaba. Imaginate, yo con 7, 8 años, salía en Progreso, que era un pueblo chiquito, y todo el mundo sabía que yo salía por la radio. También organizaba kermesses y me llevaba a tocar.

Después hubo un proceso intermedio en el que yo vivía en el campo pero venía todos los días a estudiar acá, lo cual era matador; unos viajones tremendos. En esa etapa dejé de tocar la guitarra. Y después emigré a la ciudad.

Cuando retomo la guitarra, allá por el año 83, ¿por qué la retomo? Por el rock. Porque veo a gente que toca y me gusta. En ese momento me compré una guitarra eléctrica. En el 85, cuando empezó la democracia, más allá de las razias y todo eso, había una efervescencia impresionante, se tocaba por todos lados. Y ahí empecé a tocar y de ahí viene el rock en mi música. Mi actitud de ese momento era sobre todo punky. Yo no era punky porque siempre escuché de todo. Cuando empecé a tocar la guitarra eléctrica me interesaba el rock más clásico, escuchaba Led Zeppelin, Pink Floyd, todas esas cosas.

Ah, esa influencia es lo que se te oye a veces.

Sí, Pink Floyd fue, por ejemplo, un grupo de cabecera durante años. Y bueno, con el tiempo se mezclan esas cosas.

El lado jazzístico es el lado que me interesó después. Primero empecé a conocer la Bossa Nova y toda la música de Brasil, que me apasionó. En esa época no había internet pero tuve la suerte de que yo tenía un amplificador de guitarra que se lo prestaba a Pablo Notaro para ensayar los sábados. El padre tenía una colección de vinilos impresionante. Entonces yo le decía: “Vos vení a buscar el equipo pero traeme un par de vinilos” y yo me los copiaba. Y así conocí a Gilberto Gil, a Caetano, Hermeto Pascoal, Milton Nascimento, Djavan.

Fue en esa misma época que empezamos a curtir esas músicas de manera conjunta con otro músico que va a tocar justo ahora, José Luis Yabar, que es el guitarrista de Santullo actualmente. Era compañero de liceo y nos juntábamos a tocar. Había también otros compañeros de liceo que hoy también están en la música, como Marcelo el de Los Buenos Muchachos, el Topo y otros. Pero principalmente “el Jota” era el bastión. Le caíamos todos en la casa. Era el que tenía la mejor guitarra eléctrica e íbamos todos a tocar. Y el tema del jazz empezó sobre todo cuando escuché OPA. Porque escuché primero a Mateo, y me enfermé. Tendría que haberlo conocido antes pero lo conocí a los 16 o 17 años y me partió la cabeza. No podía entender. Me enfermé. Quería escuchar más. Y a partir de ahí me fui interesando por otros artistas. Conocía a Fernando Cabrera, que tocaba en ese momento, que me encantaba. También a Jaime Roos. Había muchos artistas fuera del rock estrictamente, que me interesaban. Pero cuando conocí a Mateo, ta. Por suerte lo pude ver muchas veces. Al Darno también, por suerte. Está buenísimo que eso no me quede en el debe.

Nunca me dediqué a tocar jazz. Tuve cierta preparación para hacerlo, porque tuve, por ejemplo, de profesor a Alberto Magnone, que siempre me tiró para adelante, pero yo ya estaba determinado para otro lado, para el lado de la canción. Escuché mucho jazz. Miles Davis, por ejemplo, es uno de mis artistas favoritos. Esa influencia capaz que no se nota tanto en los trabajos anteriores y creo que en este se nota un poquito más. No es ni de cerca un disco de jazz, por supuesto. Pero tiene esos tintes.

¿De chico vivías en contacto con la naturaleza?

Vivía en una chacra, en una bodega, además. Había vid. Vivía bastante solo, en el sentido que los amigos de mi edad no estaban cerca.

¿Vos sentís que la música te acerca un poquito a la naturaleza?

Sí, pienso que sí. Desde hace un tiempo tengo como una vuelta a la naturaleza. De la manera que puedo. De hecho acá arriba tengo una huerta.

¡Qué bueno! Ojo no vayas a vender semillas. Ahora hay un revuelo bárbaro con que para vender semillas tenés que cumplir con cierta reglamentación y hay varios viveros que están complicados con eso.

Sí, pero viste que las semillas de Monsanto sí se pueden vender, ¿no?

La verdad que no puedo entender qué pasa con nuestros gobiernos. Supongo que no tienen hijos, ni nietos…

Mirá, me asombran muchísimas cosas. Al final yo pienso que los políticos de alguna manera son títeres y marionetas del poder económico. Hacen lo que les digan. Y ya está. Entonces los cambios no van a venir por ahí. Lamentablemente lo veo así. ¿Qué se puede hacer? Yo creo que lo único es tratar de tener una actitud personal acorde con lo que pensás y tener la esperanza de que todo el mundo haga lo mismo a ver si cambian las cosas. Porque otra cosa no sé.

Sí, tiene que venir del individuo, que cuando sean muchos sumados…

Sí. Cuando yo digo eso me miran como diciendo que soy muy iluso, pero bueno, yo no veo otra manera.

¿Qué más podés contarme de “Jardín”?

“Jardín” es un trabajo introspectivo, muy personal, porque es la primera vez que cumplo todos esos roles en un trabajo mío. Porque siempre quería tener la seguridad y el apoyo de un Productor Artístico que lo haga conmigo. En “Vida Breve” fueron Daniel Carini y Fernando Ulivi, en “Trampolín” fue Nacho Mateu. Y acá, de alguna manera quería demostrarme varias cosas. Por eso es introspectivo. Por ejemplo, no invité a un montón de músicos que podría haber invitado, que hubiera estado buenísimo, como lo hice en “Trampolín”, pero en este álbum quería estar yo ahí; sentía la necesidad.

Y cuando invitás a muchos músicos a grabar, ¿cómo lo presentás en vivo?

Ah, bueno, los invitás a todos. A la presentación, claro, después ya no. Pero ahora es lo mismo: yo grabé más de una guitarra en casi todos los temas.

¡Ah! ¿Y cómo hacés?

Bueno, a la presentación van a ir invitados, a tocar mis guitarras, pero además las versiones van a ser diferentes. En lo esencial son lo mismo pero adapto. Porque también pienso que una grabación y un concierto son cosas diferentes. Si bien es muy válido presentar un trabajo tal cual fue grabado, me parece que no es necesario, no hay por qué. Entonces algunos temas van a quedar un poco más rockeros de lo que son en el álbum, porque no hay guitarra acústica, que había, y después hay otros que quizás queden un poco más íntimos y pasa lo contrario. Y está buenísimo, porque va a existir otra cosa.

¿El disco ya está a la venta? 

Pienso ponerlo para que se pueda escuchar unos días antes de la presentación. Y con la entrada del concierto va la descarga de regalo.

¿Podrías contarme cómo fue que te diste cuenta que una composición tuya le quedaba perfecto a un poema de Eduardo Nogareda?

Por un lado, tenía la canción compuesta y Sebastián Petruchelli, que toca el violín en esa canción, que ahora vive en España, cae acá por el estudio, es un amigo, y lo lié, digamos, usando el modismo español, para grabarla. Entonces grabamos ese tema como tema instrumental, la guitarra y el violín. Ahora otros músicos le añadieron contrabajo, batería y otras cosas. Entonces tenía esa idea guardada. Me pongo a musicalizar los poemas de Nogareda y empiezo a coparme con eso. Porque me metí y no podía parar. En realidad musicalicé casi todo ese libro, lo que pasa es que elegí cinco. En principio pensé que quizás hacía dos álbumes pero después elegí y seleccioné. De repente, no sé cómo fue, me di cuenta. Es curioso, sí. Me sentí muy bien musicalizando esos textos. No tuve que modificar nada. Nogareda me decía que otras personas por lo general le pedían alguna licencia para modificar alguna cosa. Yo no cambié nada. Algunas cosas se las cambié sin querer pero porque me iba acordando de la letra de memoria y con el tiempo la iba deformando.

¿Sos de leer poesía?

No soy un lector súper ávido que se pasa el día leyendo. Me encanta leer pero no leo demasiado. Me encanta la poesía pero tampoco tengo un conocimiento literario de poesía muy amplio.

¿Qué se te dio?

Porque es un amigo y me interesa mucho lo que hace. He trabajado con él. En España toqué con él en un espectáculo que tenía y hay una relación afectiva. Es como el abuelo de mi hija en España, una cosa así. Por ahí viene el conocimiento de su obra.

Vos sabés que yo uso mucho ese ejercicio de musicalizar a nivel docente. Nunca lo había hecho para algo que yo fuera a publicar.

El proceso de composición mía en general tiene una parte que para mí es muy fácil, fluye muy bien, que es la parte musical. Y una parte que me torturo, me cuestiono todo, tiro y voy para atrás y para adelante, que es la parte letrística. Porque soy muy inseguro con eso, porque no estoy formado para escribir. Siento más legitimado el yo mostrar algo musical. Y de hecho, mal o bien, no estoy incómodo con las cosas que he escrito. Pero musicalizar los textos de Eduardo, además de que están muy bien escritos, fue muy liberador. Viste que en la creación, cuando acotás uno de los aspectos, definís una línea mucho más rápido que si tenés todo el universo y no sabés por dónde ir.

Y además la poesía tiene música, ¿no?

Sí. Yo en algunos casos aproveché esa musicalidad. En otros casos la rompí. Y creo que cualquiera de las dos cosas fueron interesantes.

Yo presenté estas músicas en la Felisberto el año pasado. Eran los temas compuestos, todavía muy en pañales, porque todavía no había empezado a grabar el álbum, ni yo sabía que iba a hacer el álbum. Y por ejemplo hubo un tema que no le gustó a él y era porque yo no había captado la intención de lo que quería decir. Por supuesto que ese tema no lo incluí.

Qué interesante debe de ser que te musicalicen tus textos, ¿no?

Sí, y en este caso él me decía que a él en general le musicalizan sus textos músicos más del folclore. Y aquí hay mucha cosa experimental también. Por ejemplo el tema “Pregunta” es un tema que está en 11. Muchos temas tienen estructuras rítmicas raras.

¿Y por qué quedó en 11? ¿Por la letra?

Porque yo soy medio enfermo con esas cosas. Me encanta. Ese es el tema que era instrumental antes. Hay temas en 5, en 7, en 11.

¿Es por experimentar?

Sí, siempre fui de experimentar con ritmos no convencionales o con claves rítmicas no convencionales. Es una investigación que me hace feliz, simplemente.

¿Pero es mental o emocional?

Creo que es las dos cosas. Yo suelo estar en la búsqueda de algo original y suelo ir por ese lado porque me encanta. Estoy todo el día haciendo percusión en todo. Los que están al lado mío me odian en ese aspecto. Entonces también diariamente estoy jugando con esas cosas. Para mí es un juego. En “Trampolín” pasa también, aunque no tanto. La canción “Trampolín”, por ejemplo, es un juego métrico entre compases de 2 y de 3, subdivididos de distintas maneras, y estructuras que son muy raras. En realidad me odian después cuando hay que tocarlo.

Bueno, pero tocás con Cheche así que no tenés ningún problema.

No, Cheche es un genio. Y con Nino y con Nacho, con cualquiera de ellos, que son unos cracks. Gracias a que cuento con ellos es que puedo tocar esos temas.

 

La presentación del álbum digital “Jardín”, de Santiago Montoro, será el martes 24 de octubre en la Sala Hugo Balzo. Las entradas se venden en Tickantel y en la Boletería de la sala. Lo mágico de estas instancias musicales es que no hay dos iguales. Ni siquiera cuando tocan los mismos músicos y tocan las mismas canciones.

 

 

 

Ganadores Premios Nacionales De Música 2016 

11 de octubre de 2016

Hoy se entregaron los Premios Nacionales de Música con la presencia de la ministra de Educación y Cultura, María Julia Muñoz, y del director Nacional de Cultura, Sergio Mautone.

En esta edición concursaron más de trescientas piezas musicales en 8 categorías: académica; popular de raíz folclórica; rock, pop y tendencias; tango; candombe; murga; tropical y jazz/fusión.

Ganadores Premios Nacionales De Música 2016


Académica
1º Caosmos, Fernando Condon.
2º La Tiza, Vladimir Guicheff.
3º Eje, Maia Steinberg.

Popular de raíz folclórica 
1º Claroscuros, Carmen Pi.
2º Habanera del monte, Martín Tejera.
3º Zamba de Neptunia, Federico Brann.

Rock, pop y tendencias 
1º Boca de lobo, Maximiliano Silveira.
2º Donde quieras estar, Gustavo Souto (Banda Atlántico negro).
3º Carta para un fantasma, Santiago Montoro.

Tango
1º Sueño de tango, Pablo Camilo Álvarez Vega.
2º Hasta siempre, Jenny Rodrigo González.
3º Crónicas, Hugo Rocca.

Candombe
1º Candombe solo, Patricio Petruchelli.
2º Candombe de eliminatoria, Carlos Quintana.
3º Mapa tesoro, Nicolás Ibarburu.

Murga
1º Siete vidas, Martín Saco.
2º Montevideo fugaz, Pablo Riquero.
3º Barrio Eternidad, Fabricio Ramírez.

Tropical
1º Valió la pena, Oscar Alejandro Cabrera.
2º Perdóname, Gabriel Medina.
3º Sueño americano, Bartolo Aguilar.

Jazz fusión 
1º Electriphónico, Manuel Contrera.
2º A la Klein, Gonzalo Levin.
3º El inmigrante, Liber Galloso.

 

 

"Me siento muy contento y agradecido por este premio..."

Flamante y con inminente presentación llega el disco Trampolín, de
Santiago Montoro, una edición independiente con el apoyo del Fondo Nacional de la Música. Montoro a primera vista aparece como guitarrista, pero, ahondando en su biografía, devela facetas que lo definen como un músico completo: guitarrista, compositor, cantante y productor, aunque siga siendo más conocido por su rol con las seis cuerdas, junto a Rossana Taddei, Tatita Márquez o más recientemente Nico Oyarsa; muchos no saben que integró La Sonora del Sur y Luanda, o que a raíz de su participación en el II Festival de la Canción de Montevideo (1997) en el que resultó finalista, se publicó su primera canción, titulada “Thelonious Monk”; o bien que fuera coautor de “3 balas en el tambor”, hit de consumo interno y un poco más de La Sonora del Sur.
Claro, es que con la llegada del nuevo siglo Montoro se fue a España, donde permaneció por una década alejado de la escena uruguaya, aunque no por eso en silencio, y es precisamente allá donde debutó discográficamente con su álbum Vida breve (2001), al que le seguiría Autovía del sur (2006). Y es allí también donde además de participar en varios festivales, su canción “Vida breve” fue seleccionada para ser grabada junto a Jorge Drexler en un disco de músicas del mundo publicado en beneficio de un proyecto de la ONG Médicos del Mundo. También es en el viejo continente donde gira junto a Rossana Taddei, Gustavo Etchenique y nada menos que Jorge Flaco Barral, interpretando las canciones de Taddei por varios escenarios; pero Montoro un día volvió, y Trampolín es el resultado.
Un disco estilísticamente ecléctico, que lo presenta aquí con un pie como cantautor y otro como solista con banda, dualidad que Montoro explota según sople el viento, o por decirlo de otra manera, en algunas canciones se coloca a sí mismo bien al frente y en otras más en banda o integrado a lo grupal. Es que hablamos de un muy buen guitarrista, factor no indispensable para los hacedores de canciones, pero sí algo que puede incidir en el compositor, quien habitualmente queda relegado ante la ductilidad del intérprete, sobre todo en cuanto a letras se refiere, aunque no sea éste precisamente el caso más
extremo.
En su debut de principios de siglo, Montoro incluía entre sus propias canciones versiones de otros autores: “Válgame Juana”, de Kiko Veneno, “Tu voyeur “, de Jorge Drexler, y “Hay veces”, de Gastón Ciarlo, compositores -principalmente Veneno y Drexler- a los que si les sumamos un poco de reggae y un poco de rock, definen bastante bien al músico que hoy nos ocupa, en el que es permeable también la rumba, la MPB y hasta un poco La Vela Puerca.
11 canciones componen Trampolín, 11 canciones pop bien arregladas, interpretadas por un buen combo musical -Gustavo Etchenique, Federico Blois, Nacho Mateu y el propio Montoro- que también incluye varios invitados, como Hugo Fattoruso, Rossana Taddei -coautora de dos canciones-, Mateo Moreno, Sebastián Larrosa, Fabián Pietrafesa, Tatita Márquez, Guillermo Daverede y Camila Montoro (su propia hija), entre otros, todo bajo la producción magistral de Nacho Mateu.
 
Con “Náufrago” se abre el álbum, en medio de hermosos piques de guitarra folk, mientras canta: “Soy un náufrago perdido en la huella de los días / que faltan por vivir/ yo no creo en el destino y no importa lo que esconda / pero sé que es así / Mi soledad / aguarda tendida ante tus pies”. Sigue “Trampolín”, exquisita rítmicamente y no menos melódica, para luego dar paso a “No corras tanto”, groovera y con toques de música disco, ideal para la bola de espejos, donde Mateo Moreno y su bajo deleitan.
Luego “Mariamaría”, anteriormente incluida en Autovía del sur, reggae en su máxima expresión, que, en estilo y metafóricamente, devela la identidad de “María”. Después “Salario mínimo”, más en plan cantautor, igualmente efectiva y rumbera, acústica y a puro cajón con escobillas, sutil. En definitiva, un disco fresco más para la cada vez mayor oferta vernácula, que depende de la efectividad de Montoro en su difusión para traspasar el círculo íntimo, la jugada más difícil para un músico interesante pero de bajo perfil. Un álbum atractivo que merece atención y ser difundido tanto como defendido en vivo, que entrará sin que lo pienses en tus oídos por su
 melódica e interpretativa, mientras el cantor se acomoda para llegar con su voz. Trampolín se presentará el jueves 9 de mayo a las 21.00 en la sala Zitarrosa. ■
Mauricio Bosch
 
Como pasó con tantos de los que asomaron en los últimos años de la dictadura, la emergencia de Santiago Montoro como solista fue lenta. Participó en la Sonora del Sur, acompañó a Fernando Ulivi e hizo unas pocas movidas personales antes de trasladarse a España en 2001. Desde su regreso en 2010 se viene destacando como un competente productor artístico, guitarrista refinado e imaginativo, acompañante, entre otros, de Rossana Taddei y Guillermo Daverede. Este* es el primer disco que edita desde su regreso (los dos anteriores salieron cuando estaba en Europa). Su música es “pop”, pero no en el sentido de comercial, sino en el de una versión de rock que tiene la preocupación y el gusto por un tratamiento pulido, con un repertorio de recursos cultivado, y dentro de un marco de control expresivo. Es también pop en el sentido un rock que está de vuelta de los roquismos y, como en la New Wave, encuentra “arte” en expresiones menos ostentosas de artisticidad, más enchastradas de elementos de lo divertido y lo efímero.
El sonido es casi siempre pleno, tipo banda beat, lo que dificulta (sin impedir) clasificar a Montoro como “cantautor”. La mayor importancia relativa de la música sobre la letra es otra diferencia con esa etiqueta. La influencia de Drexler siempre fue importante en Santiago (desde mucho antes de la fama internacional) y sigue apareciendo aquí. Pero no se traduce, como en algunos colegas, en una obsesión excluyente con climas tiernos y gestos lindos –que aparecen sólo esporádicamente aquí, como en “Sin paz”–, sino tan sólo en la materialidad de algunas sonoridades, de algunos giros o ideas, como esa veta de ritmo hemiólico rioplatense que tiene “Salario mínimo”, algún título en común (“Crece”), la presencia de ciertos planteos micropolíticos genéricos y no-incómodos (“el derecho a soñar”, la vindicación del Sur, vivir el momento).
Lo que se pueda distinguir de Drexler en su música, el citado ritmo hemiólico y un dejo de candombe semiexplícito en “Autovía del sur”, son lo más “regional” del disco. Las influencias de Mateo y Opa supieron ser decisivas en la formación de Montoro, y sus trabajos previos tenían algo más de milonga, candombe y murga, pero esos elementos aquí fueron filtrados. Capaz que en España le salió la uruguayez, mientras que ahora hay una cierta hispanidad, detectable en esas escalas medio gitanas (con segunda aumentada) que aparecen en “Dejar el ghetto” y “Marimaría”, además de una versión dance de una canción de El Combolinga. Pero no hay ninguna  fectación en eso (el acento sigue siendo cien por ciento montevideano).
Es una música vital, con swing, llena de estribillos pegadizos y muy bien encontrados, que parece asumir en forma desembozada el cometido de producir placer, hacer mejor el momento del oyente. Pero el camino hacia ese objetivo no es el más obvio –el que puede fallar por aburrimiento–: está intervenido por obstáculos superables que refinan el disfrute, animan la escucha. La propia voz de Santiago tiene un dejo rugoso, no lindo, y su enfoque interpretativo es gozoso pero no muy sentimental. En las composiciones disfruta algunos breves desplazamientos armónicos que obligan al oyente a replantear el “dónde estamos parados” (por ejemplo, en “Náufrago” esa incursión en la tonalidad de la sensible, o en “Salario mínimo” y “Sin paz” las incursiones en si menor en un contexto de re menor). También hay desplazamientos rítmicos (el estribillo en siete de “Paraguas”, y una canción toda en cinco), y sonoridades muy bien encontradas (muy lindo el arreglo de clarinetes de “Sin paz”, o la combinación de guitarra eléctrica con wah-wah y acordeón en “Dejar el ghetto”). El disco cuenta con dos coautorías buenísimas con Rossana Taddei (que canta en una de ellas). La producción es impecable y creativa  Mateu coprodujo el disco con Montoro). Los músicos son excelentes. La presentación en vivo será en Sala Zitarrosa el jueves 9 a las 21 horas, y la banda estará integrada por Sebastián Larrosa, Alejandro Labandera, Francisco Etchenique, Pomo Vera y Federico Blois. 
 
Guilherme de Alencar Pinto

 

El Faro

Lunes 29 de febrero de 2016 - 13:40 hs.

El músico, docente y productor continúa presentando su producción como solista, acompañado por sus "cacharros", según comentó en El Faro.

Montoro recordó, además, sus inicios en el departamento de Canelones cuando "silbaba" cassettes enteros de sus artistas favoritos. Más tarde cursó estudios musicales.

En 2001 emprendió viaje a España donde permaneció una década. A su regreso editó el disco Trampolín; el mismo que se encuentra presentando por estos días en diversos puntos del país. 

Escuchar entrevista

 

tomado de:

http://www.emisoradelsur.com.uy/innovaportal/v/83519/30/mecweb/santiago-montoro-presenta-su-trabajo-solista?3colid=14916

Un “pluriempleado” musical en “trampolín” propio

180.com.uy2/5/2013

Publicado el: 8 de mayo de 2013 a las 19:36

Por: Mauricio Erramuspe

 

http://www.180.com.uy/articulo/33121_Un-pluriempleado-musical-en-trampolin-propio

 

 

Montoro ha trabajado como productor, guitarrista, ingeniero de sonido y también en proyectos solistas. Esa diversidad lo hace definirse como un “pluriempleado” de la música.

“Toda esa conjunción de tareas o de trabajos dentro de la música son los que me han ido sustentando. Disfruto de cualquiera de esas tareas muchísimo. Evidentemente este proyecto es muy especial dentro de esas tareas porque es una creación mía, que quiero mostrar y que tengo la suerte de hacerlo”, afirmó.

Al hablar del disco, el músico dijo que es la presentación de años de trabajo, ya que algunos temas vienen desde España, aunque se presentan en nuevas versiones, y otros son de reciente creación ya aquí en Montevideo. Dos canciones, incluso, son coautoría con Rossana Taddei.

“El disco tiene la mitad de canciones nuevas y algunas versiones de temas que incluso grabé en España. A pesar de esas diferencias de origen el disco tiene un sonido muy homogéneo y con una línea muy marcada en el sentido de que es muy fresco”, afirmó.

De la grabación participaron invitados como Hugo Fattoruso, Taddei, Mateo Moreno, Sebastián Larrosa, Fabián Pietrafesa y Tatita Márquez, entre otros. Todos músicos con los que Montoro ha trabajado en distintas oportunidades y desde distintos roles. Muchos de ellos estarán en la Zitarrosa para la presentación.

La vuelta de Montoro fue en 2010, ahí se tomó un año sabático de sus proyectos personales y comenzó a integrarse a la escena colaborando con otros artistas. La grabación del disco llevó un año y ahora está listo para presentarlo.

En su carrera ha trabajado con muchos y variados artistas, desde Jorge Drexler a Fattoruso, pasando por Jorge Galemire, Rafael Antognazza, Gustavo Echenique o Popo Romano.

“Es un lujo y siempre es un aprendizaje conocer un músico nuevo y hacer música con esa persona. Siempre hay algo que aprender y que disfrutar. Es la diaria del trabajo musical y es muy interesante, a partir de ahí las influencias y la incidencia en lo que uno hace después es muy importante”, contó.

La oportunidad para verlo es este jueves a las 21 horas en la Sala Zitarrosa. Las entradas cuestan 150 pesos.

 

 

 

 

 

Un trampolín vital

hoyesrock.com  2/5/2013

http://www.hoyesrock.com/index.php/noticias/notas-y-articulos/1031-un-trampolin-vital

 

 

El próximo jueves en la Sala Zitarrosa, se presenta a las 21.00 hs, el músico Santiago Montoro, con su disco “Trampolín” y una sucesión de artistas amigos invitados.
 
Santiago Montoro viene con años de experiencia y desarrollo musical compartido con grandes artistas y músicos uruguayos, y vuelca ahora todo su material creativo en un trampolín que convoca al encuentro. Conversamos sobre su trabajo y presente, y sobre este disco que significa un reencuentro con su tierra y el público uruguayo.
 
Tenés una larga trayectoria como músico, como guitarrista colaborador de otros músicos, y con un bagaje experimental de 10 años –nada menos que –en España, ¿Qué sentís en este 2013 como músico, y qué significó ese aprendizaje en la Madre Patria?
 
Me siento afortunado de poder vivir de algo tan disfrutable como la música. Es una suerte poder participar y a la vez nutrirme de los proyectos de otros artistas con los que he venido trabajando como guitarrista y productor. En este 2013 me siento además muy feliz de presentar este nuevo trabajo y de continuar ahora en Uruguay con este proyecto que desarrollé durante 10 años en España. Ese período fuera del país resultó determinante en muchos aspectos de mi vida, permitiéndome tocar muchísimo y desarrollar a nivel musical la “personalidad” o “la manera de hacer” que ahora siento propia.
 
¿Cómo definirías a TRAMPOLÍN? Tiene rock, funk, se puede ver una influencia de esas colaboraciones con tantos músicos reconocidos, ¿lo sentís así? ¿Cómo fue la parte creativa compositora de los temas?
 
El nombre Trampolín viene de una de las canciones del disco. El concepto que plantea ese tema es el de un salto hacia adelante, sin vuelta atrás. Una declaración de intenciones que tiene que ver con la manera de ver el mundo y este momento histórico en el que es preciso que cada uno cambie. Estoy convencido de que la suma de esos pequeños cambios de actitud, pueden cambiar de manera positiva y verdadera el mundo en que vivimos.
 
Con respecto a la música hay una mezcla muy ecléctica de estilos e influencias y por supuesto que la colaboración de los músicos que participaron en el proyecto ha sido determinante en el resultado del disco. También lo ha sido el trabajo de Nacho Mateu como productor artístico. Si bien el disco tiene un sonido bastante homogéneo, acústico y fresco, el aspecto creativo tiene orígenes diversos. Algunas de las canciones fueron compuestas durante el período de trabajo en España, otras son canciones nuevas, dos de ellas compuestas en colaboración con Rossana Taddei una artista que admiro muchísimo y que he tenido la suerte de colaborar como guitarrista en muchas ocasiones. Además hay una versión de un grupo Español; El Combolinga.
 
¿Qué proyectos o actividades tenés planteadas para este año?
 
La idea para este año es seguir tocando y mostrando este proyecto. Con lo cual espero poder llenar la agenda de oportunidades de compartir con el público estas músicas y las nuevas que seguro surgirán.
 
¿Y cómo ves la movida cultural y particularmente de la música en Uruguay, y qué perspectivas ves para la misma?
 
Uruguay ha cambiado mucho en bastantes aspectos. En cuanto a lo musical me sorprende la cantidad de propuestas interesantes que se pueden disfrutar. Proyectos muy profesionales con músicos talentosos que ojalá puedan conseguir proyectarse más allá de nuestras fronteras ya que constituyen, al menos desde mi punto de vista un verdadero y tangible capital.
 
¿Cómo plantearás el set en la Zitarrosa? Habrá muchos connotados invitados del ambiente, 
¿Cómo venís?
 
El concierto del 9 en la Zitarrosa será presentado junto a Francisco Etchenique en batería, Pomo Vera en bajo, Federico Blois en Percusión, Alejandro Labandera en guitarras y Sebastían Larrosa en teclados. Además contaré con la presencia de unos cuantos invitados de lujo. Entre los ya confirmados; Mateo Moreno, Tatita Márquez, Guillermo Daverede, Fernando Ulivi, Ruben Ottonelo y hasta mi hija Camila, aunque seguramente se sumen nuevas sorpresas en este sentido.
 
Invitados de lujo, muchos músicos, diversidad musical con calidad artística y muchas tablas encima de experiencia, suman un combo más que apetecible para ir a ver a este Trampolín de Montoro, que nos convoca a disfrutar sin más que mirando hacia adelante con los oídos bien abiertos.